No cabe duda de que algunas construcciones sorprenden por su inmensidad. Cuando accede a edificios como la Catedral de Palma, es inevitable mirar hacia arriba para disfrutar de la altura.
La sensación de pequeñez te invade y es imposible dejar de mirar durante el tiempo que el cuello te permite mantener la posición. Cuando llega el momento de cambiar de postura se descubren perspectivas diferentes, pero igualmente interesantes.
No negaré que realicé muchas fotos del simulacro, intentando imitar las típicas postales que veía por todos lados de camino a la catedral. Cuando entré en ella, con el cuello estirado, predispuesto, comencé a disparar hasta que cumplí el objetivo de no dejar un rincón sin fotografiar.
Entonces me dí cuenta de que había otras perspectivas, otros rincones, otras ideas de esa catedral…