El maratón de Londres es un acontecimiento espectacular, que ofrece miles de instantes, cada uno con su historia particular. Cada corredor, cada familiar, cada espectador que se deja la voz animando a los atletas tiene su momento fotográfico.
Pero de todos ellos, revisando mis fotos, hay uno que me emocinó especialmente. Es el instante en el que un corredor ciego recibe el mensaje de su guía, diciéndole que solo quedan 500 metros.
El éxito o el fracaso es de los dos. Si llegan hasta el final, los dos consiguen el objetivo; si uno no puede seguir, el otro abandona también.
Qué estampa tan bella en un mundo de tanta competitividad.
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