Estuve observando el ritual un buen rato: Elevaban sus oraciones los fieles, y encendían la vela para sostener sus plegarias con la luz que desprende y así mantener vivo el anhelo que los llevó hasta allí. Todas aquellas velas, sin nombre ni apellidos, confundidas en la multitud, escondían una historia que parecía ser similar a las del resto. Pero tras la insignificacia de ser una más, cada una proyectaba un halo de misterio que las hacía diferentes.
Aparentemente iguales, evidentemente diferentes.